A LAS PUERTAS DEL CIELO
¡Ay! Que no daría yo por volver a ser lienzo, uno más blanco que la kal y mas grueso que el aceite. Quien volviera a los tiempos de cordura, donde el amor romántico se apoderaba de las más dichosas rosas. Quien volviera a luchar contra el infeliz que tantas vidas se llevó y se sigue llevando. Quien sería aquel que no menos flores se pueden ofrecerle , que mínimo que velas a quien tuvo oficio de santo, devolviendo las rosas de las cunetas a sus aclamados ramos.
¡Ay! Y que decir tiene, que recordar el sonido de los olivos batidos mientras un dulce corcel negro como el carbón, caminaba sobre aquellas rosas. Quien volviera a los tiempos de cordura donde el calor era más fuerte que el fuego y el hielo se derretía solamente con tocarlo. Aquel momento de distensión se ahoga y nadie puede liberarlo.
¡Ay! Pobre de aquel que pena sienta, pues no es merecedor del conocimiento de la razón. La luz, esa que solo guía a los sabios cuando se hayan en profundas entrañas de abismos. Abismos que el culto desconoce pero que el llano sufre. Aquellos quienes se dirigen a la merced de sus dirigentes, rogando y pidiendo ayuda, pobres, pobres de ellos.
¡Ay! Dios les libre, pues muy a su pesar su tez comienza a secarse, sus dichosos ojos ya no observan, son ellos.
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